HOUSTON — La combustión de combustibles fósiles y la producción de plásticos se han multiplicado 15 veces desde la década de 1950, y la exposición resultante está asociada con el aumento de las tasas de cáncer, problemas del desarrollo neurológico e infertilidad, según un nuevo informe.
La nueva investigación, publicada en la revista New England Journal of Medicine, pone de manifiesto la preocupación que suscitan las sustancias químicas derivadas de los combustibles fósiles, en concreto los productos petroquímicos. Muchos de ellos son disruptores endocrinos, es decir, pueden alterar las hormonas del organismo. Las sustancias petroquímicas se encuentran en todas partes: botellas de plástico, filtros de agua, ropa, muebles, utensilios de cocina entre otros.
El aumento de estas sustancias coincide con más enfermedades: En los Estados Unidos, las tasas de problemas de neurodesarrollo, diabetes, enfermedades respiratorias crónicas y cáncer han aumentado entre un 28% y un 150% entre 1990 a 2019, según el informe.
Este informe evidencia una correlación en la que dos cosas tienden a ocurrir al mismo tiempo y parece que no es por casualidad. Sin embargo, no es lo mismo que causalidad y se necesitarán otro tipo de estudios para demostrar ese tipo de relación entre el aumento de productos petroquímicos y sustancias alteradoras endocrinas y determinadas enfermedades.
"Estas sustancias químicas pueden ser invisibles, pero están teniendo impactos visibles", declaró a Environmental Health News (EHN) Tracey Woodruff, profesora de la UC San Francisco y directora del Centro EaRTH y del Programa sobre Salud Reproductiva y Medio Ambiente y autora del informe.
Pero no solo es Estados Unidos. En las últimas siete décadas, las enfermedades crónicas han aumentado en todo el mundo, coincidiendo con el incremento de la producción de plástico y de químicos que alteran el sistema endocrino. Estos químicos pueden desregular las hormonas de diferentes maneras: pueden alterar la forma en que se fabrican y cómo se mueven por el cuerpo, así como interferir en los receptores hormonales.
El informe señala una larga lista de problemas de salud asociados a la exposición a químicos alteradores endocrinos: disminución del número de espermatozoides masculinos y problemas en el desarrollo de los ovarios, aparición de trastornos metabólicos como la obesidad y la diabetes, cánceres sensibles a las hormonas, como el de mama o el testicular, y problemas de neurodesarrollo como coeficientes intelectuales más bajos o trastorno por déficit de atención con hiperactividad entre otros.
Como se prevé que la producción de plástico casi se duplique para 2050, Woodruff y sus colegas escriben que se espera que estos problemas empeoren.
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Tracey Woodruff, UC San Francisco
Crédito: UCSF
Además, no todo el mundo está igualmente expuesto a estas sustancias químicas. Las comunidades de color tienen más probabilidades de vivir en las inmediaciones de instalaciones químicas, lo que aumenta su exposición a la contaminación por combustibles fósiles y sus subproductos.
"Estas comunidades también tienen más probabilidades de enfrentarse a otras cargas, como la inseguridad alimentaria, tener ingresos más bajos y un acceso insuficiente a la atención médica", afirmó Woodruff.
La investigadora señaló que hay medidas que los individuos pueden tomar para disminuir su exposición. En primer lugar, los profesionales de la salud deben estar más informados sobre el estado de la regulación de los productos químicos y sus posibles efectos en la salud de sus pacientes.
"Muchos médicos están acostumbrados a [la regulación de] los productos farmacéuticos", dijo Woodruff. "Si van a recetar un fármaco a un paciente, la ley exige que se someta a pruebas rigurosas, con estudios en animales y ensayos clínicos. Y tiene que demostrarse tanto su seguridad como su eficacia antes de poder recetar a un paciente".
Además, Woodruff destacó la necesidad de reformas a nivel federal.
"La gente cree que el gobierno lo regula todo y eso no es cierto", dijo Woodruff. "Es realmente importante que los proveedores de atención médica hablen en nombre de sus pacientes de que debería haber un cambio sistémico [de la regulación química] a través de políticas públicas, similar a las pruebas de seguridad farmacéutica."
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